Friday, August 17, 2007

Monstruos en el salón


Pensaba que el salón de mi casa sería un sitio tranquilo dónde disfrutar en intimidad de algunos placeres que me reservo para mí pero, como siempre, el universo no piensa igual que yo. Así que los primeros intrusos que se colaron fueron esos seres portentosos de seis patas, con fuerza capaz de levantar varias veces su propio peso, cuya inteligencia individual es completamente limitada y sin embargo la comunidad es capaz de crear ciudades subterráneas, buscar comida y tantas otras cosas, que los humanos hemos denominado como hormigas. Los insectos voladores fueron los segundos, más acostumbrado a ellos no me sorprendió tanto verlos, excepto quizá uno en forma de rama de arbusto. Pero la sorpresa grande la tuve ayer cuando un dragón cruzó a toda velocidad el salón. Y no, no había consumido ningún alcaloide. Con su piel escamosa y marrón, sus grandes ojos y boca atravesó con su mueca irónica y a toda velocidad el parquet de punta a punta. De nuevo mi infancia me traiciona, pues desde hacía mucho tiempo no veía ninguno, y a lo que yo llamo dragón alguien mucho antes que yo lo bautizó como salamanquesa, pero para mí siempre serán dragones, y me alegro de tener una terraza que permite que se cuelen formas de vida extrañas y ajenas a mi orden. Me asaltó el recuerdo de varias colas saltando sin cuerpo sobre las baldosas rojas que alfombraban el exterior del cuarto de mi niñez. Y el enigma inocente de ese prodigio aún me persigue.

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