Thursday, August 23, 2007

La ciudad cobarde


Parece que la ciudad encuentra su valor en las gentes que la pueblan. Ahora que se han ido muchos, las calles se asustan porque un otoño prematuro irrumpe cuando hay pocas defensas. El sol está desvaneciéndose y los que quedan parecen empujados a correr hacia sus casas. Después mirarán hacia abajo desde sus balcones, como si vieran acantilados insondables en lugar de las aceras vacías, como si el asfalto se hubiera hundido en una fosa infinita. Algún cigarrillo encendido, hombros fríos porque aún es agosto y la testarudez dicta que hay que vestir con camisetas de tirantes. Aún es verano, dicen, aún queda una semana de agosto, aseguran. El calor vendrá otra vez y cuando pase, "ya te lo decía". Mientras, parece que todo se recoge a las nueve y a las nueve y media la sensación es de madrugada de martes. El monstruo gris ya no da miedo porque se refugia en sus propios rincones como un ignorante supersticioso.

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