madrugada

Cuando todo el mundo duerme, mi calle huele a pan.

Rat penat

Hoy me he sentido identificado mirando hacia arriba. Al igual que esas noches que se hacen de día y vuelvo a casa cuando la gente sale de ella, he viso a un murciélago a las 11:30 de la mañana, volando despacito, casi sin moverse, desorientado, con ganas de llegar a su madriguera y librarse de una terrible claridad que le destroza los ojos. Se le veía débil, intentando mantener la compostura bajo un cielo amenazante de lluvia. Volando en línea recta sin parar atención a los insectos diurnos. Con el único objetivo de sobrevivir a una noche que le ha llevado demasiado lejos.

La ventana indiscreta

La estrella del norte tiene un coro de hadas juguetonas que bailan y desaparecen a su alrededor. Le hacen la corte, le ríen, coquetean y simulan hacerle cosquillas. Pero ella no se mueve. Se queda ahí, mirando el mundo, desde su posición fija, desde su responsabilidad de guiar los barcos de medio mundo, orientando a los perdidos del bosque, compartiendo las miradas de los enamorados con la luna. Ella sigue ahí de dia, aunque el sol la disimule en el cielo y sus amigas desaparezcan, lo ve todo. Con la oscuridad vuelven los cantos y las risas, aunque estén demasiado lejos para oír. Las hadas despiertan de noche y se acercan a la estrella otra vez, para danzar en su honor, para que no llore por la soledad del día.